Se viven horas decisivas en la previa del Superclásico en España. Los barrasbravas argentinos intentan ingresar al país europeo. Algunos llegarán y otros no. El mundo entero observa azorado el gran papelón de la Argentina, que tiene que disputar su partido más importante lejos de su territorio y en el centro de Europa.
La relevancia deportiva de la final de la Copa Libertadores de América entre River Plate y Boca Juniors se perdió y se ve como un bochorno a nivel mundial.
Los política argentina está haciendo poco para que esto no suceda. Fracasó está semana el intento de sacar una ley para endurecer las penas contra los barrasbravas en el Congreso de la Nación.
La falta de acuerdo entre los distintos sectores políticos para tratar el tema hizo que el debate se pospusiera para dentro de dos semanas, cuando el oficialismo tratará de sancionar la “ley antibarras”.
Mientras tanto, en el ámbito futbolístico, los dirigentes de Boca y River siguen sin poder hablarse. Hay una gran crisis dirigencial que gira entorno a los lamentables incidentes registrados en las inmediaciones del Monumental.
No obstante, el problema no pasa únicamente por los dirigentes. Esta semana se detuvo a Matías Firpo, uno de los hinchas -pero no barrabrava- del club de Núñez que arrojó objetos contra el micro que trasladaba al equipo xeneize.
Que el simpatizante de River no haya sido un barra sino un socio común de la institución millonaria demuestra que la problemática del fútbol va mucho más allá de lo meramente dirigencial: es un conflicto cultural. La barra brava argentina se encuentra en el epicentro del planeta.
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