No lo contaron ni operadores judiciales ni mediáticos, sino el contador histórico de la familia Kirchner, Víctor Manzanares. Durante el primer mandato de Cristina, el lobista k Javier Fernández le entregó una valija cargada de dólares al juez Norberto Oyarbide, para que cerrara la investigación contra el matrimonio presidencial por enriquecimiento ilícito.
Aquella escena fue narrada al detalle en la causa de los cuadernos. Ocurrió en el quincho del primer piso de un edificio del barrio de Villa Urquiza, con dos posters de testigos, uno de El Padrino y otro de Riquelme, adornos del dueño de casa, El Señor Javier, que aún hoy es auditor de la AGN y operaba para los Kirchner en Tribunales. A la valija se las habían entregado un rato antes en la cueva central de la vieja SIDE. De allí había salido la coima.
Suena grotesco que hoy Cristina levante la voz y denuncie la intervención política del fuero federal. Durante el kirchnerismo, se montó un blindaje nunca antes visto para garantizar la impunidad de los actos de gobierno. Ningún expediente se movía cuando Kirchner lo pedía. Nadie osaba mirar al poder, al menos hasta la muerte de Néstor.
Las cosas cambiaron, claro. Con la aparición de Macri los jueces recordaron para qué demonios estaban y empezaron a investigar. Es cierto que Daniel Angelici pactó con varios jueces –Ariel Lijo, Rodolfo Canicoba Corral, el propio Oyarbide-, pero esos acuerdos no fueron para meter presos a funcionarios kirchneristas, al menos no a los más importantes. Si Macri hubiese deseado que Cristina fuera presa, la historia tal vez hubiera sido otra.
El problema de fondo sigue siendo el poder judicial. Todas las causas que hoy preocupan a los Kirchner debieron haber sido resueltas hace años. Obra pública, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito. Ya llevan más de diez años dando vueltas por Comodoro Py. Un papelón.
¿Qué pasará ahora que vuelve Cristina al poder?
De Javier Fernández se dice que ya casi no incide; Oyarbide disfruta de su jubilación; y el contador es un reo arrepentido. Los operadores, sin embargo, cambian sus caras pero siguen participando de la fiesta. Porque el sistema no se ha modificado. Los jueces federales y los políticos se seducen cuando gobiernan juntos y se desprecian cuando llega el divorcio.
Los demás miramos, horrorizados. Hasta Don Corleone.
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