Lo vimos persiguiendo delincuentes con un fusil en la mano , vestido como un Minion anti bacterias en Villa Azul, arriba de una moto para detener una manifestación, acarreando garitas de seguridad como si fuera un delivery contra la inseguridad. Sergio Berni, SuperBerni, ha entrado en su faceta más gloriosa gracias al maldito coronavirus. ¿Y ahora, quién podrá ayudarnos?
Medico cirujano, militar for ever, hombre duro y siempre presente, el Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires es una marca indeleble de esta época, pero eso no es necesariamente bueno. Es cierto, la gente lo recibe con agrado. Al igual que Alberto Crescenti cuando dirige los operativos del SAME, su presencia es suficiente para generar calma. Ofrece a los vecinos la sensación de que el Estado los cuida, los protege. Pero atención, porque no todo es lo que parece.
¿Dónde viven los super héroes? ¿Qué mundo habitan? Lo sabemos desde que somos chicos. Ellos son el antídoto único en los sitios donde las leyes no se cumplen, donde los jueces han sido comprados, donde los gobernantes son parte del engranaje del hampa.
SuperBerni es eso: la comprobación de todo lo que se carece. La falta de planificación de un sistema de seguridad que hace agua por todos lados. La ausencia de un Estado que ha permitido o auspiciado el crecimiento de villas miserables (ahora rebautizadas con cinismo como barrios populares). La siempre tardía asistencia a los abandonados de la tierra. Todo lo que no funciona, todo lo que falta hacer, en el imaginario colectivo tiene su contrapeso en hombres o mujeres de poderes extraordinarios.
Muchas de las tragedias que administran las cuenta el propio Berni. Porque no tiene filtro y dice lo que nadie se atreve. Que el conurbano es un desastre. Que la policía está colapsada. O como cuando admite que su jefa, la única, es Cristina. O cuando acusa a la ministra de seguridad de la Nación, Sabina Frederic, de no ayudar a la Provincia en la lucha contra el delito. Es su manera de pedirle a Alberto que no se olvide para quien trabaja, él también.
Los kirchneristas, por supuesto, lo adoran. No entienden mucho ni podrían explicar sus argumentos ni rasgos ideológicos, contrarios, digamos, al pseudoprogresismo de algunos integrantes del Instituto Patria. Pero a Berni se le permiten todo. Es su rol, dicen, y le celebran sus apariciones televisivas y su resistencia a los embates de los periodistas, tal vez ignorando que el recio Berni es muy amable y simpático fuera de las cámaras, también con la prensa.
En los próximos meses lo veremos arriba de camiones, bajando de helicópteros, tal vez aprenda a volar, logre velocidad supersónica, fuerza infinita o la capacidad de hacerse invisible. Pero ya sabemos que nada de eso alcanzará: solo la ley y el orden traerán la paz a Ciudad gótica.
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