Es sabido que las redes sociales son muchas veces el vehículo preferido del frenesí colectivo. Pero ahora se han vuelto en el canal de la caza de brujas, donde gana, sin importar de quién viene, el que tira la primera piedra.
El caso Matera asoma preocupante. El capitán de Los Pumas fue suspendido y despojado de su capitanía porque ocho años atrás escribió una serie de tuits que combinaban prejuicios, humor negro de mala calidad y xenofobia. Comentarios estúpidos de un muchacho de 18 años que todavía no era ni puma ni capitán. Nada los justifica. Pero ¿es lógica la reacción en su contra?
Si algo debe caracterizar a la Justicia es la proporcionalidad. El castigo debe ser proporcional al daño que se ha provocado. También que sea contemporáneo. Los pecados de juventud de Matera, ¿siguen siendo castigables hoy?
Lo que pasó con Los Pumas es una clásica reacción colectiva de manada, montada sobre una práctica política del manual kirchnerista. Para verlo, alcanza con ver la evolución de los hechos.
Empieza, claro, con el tibio homenaje de Los Pumas a la memoria de Diego Maradona, un hombre que los llenó de amor y apoyo. Tendrían que haberlo recordado mejor. Tendrían que haberlo honrado. Pero no lo hicieron. Aunque estaban en su derecho.
La historia hubiese terminado allí, hasta que Aníbal Fernández, a través de Twitter, sostuvo que los únicos Pumas que le daban orgullo eran los legendarios botines de Maradona. Alcanzó eso para que empezara a actuar la policía del pensamiento o, peor, la policía del sentimiento. ¡A por ellos! Los odiadores de las redes se pusieron en marcha para que Los Pumas pagaran la ingratitud contra el héroe. Lo que sigue es conocido. Husmearon en el pasado de Matera y encontraron sus tuits. Y entonces aparecieron los indignados, los de siempre. Con la vara torcida que los caracteriza. Con el INADI a la cabeza. El mismo INADI que nada dijo, por ejemplo, sobre la decisión del gobierno de Formosa de prohibirle la entrada a sus casas a miles de formoseños.
El problema, de fondo, es la vara moral con la que se miden las cosas. Y su utilización política. Y los prejuicios de clase que al mismo tiempo se critican. Los indignados con Matera, ¿nada tienen para decir sobre José Alperovich, el senador de licencia acusado de violar a su sobrina? ¿Nada tienen para decir sobre la decisión de Boca de volver a poner en cancha a un delantero acusado de golpear a su mujer? ¿Y si miramos los tuits viejos del presidente Alberto Fernández? ¿Y si miramos lo que esconden en el placard tantos funcionarios?
Algo huele mal en este caso. Huele a una simple distracción para no hablar de tantas cosas: la quita a los jubilados, el papelón del velatorio a Diego, el desgobierno de los funcionarios que no funcionan. Pero en la roña, en la moralidad medida a la carta, al debate lo ganan siempre los que tiran la primera piedra.
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